Año 2050, una voz metálica…

“Me gusta la calle. Vivo en la calle. Nací en la calle. Soy callejero, ya me lo dijo mi mamá antes de morir. Disfruto yendo de aquí para acá. Soy de dormir en un sitio y mañana, ¡quién sabe! En los ojos de los otros, que detrás de las ventanas me miran cuando llueve, puedo ver su asombro o su extrañeza, pero también cierta envidia. Sí, soy un vagabundo y eso no es fácil de entender por ellos. No concibo otra forma de vivir, y eso que me han  intentado ayudar a dejarlo… Pero debo llevar esta vida errante en mi sangre, como mis colegas. Porque el vagabundo no es un solitario, como muchos pensáis, el vagabundo lo es en pandilla, entre colegas.  Vivimos entre cartones, portales y chozas improvisadas por ustedes; comemos donde podemos o donde nos dejan. No rechazamos las comidas de los que nos intentan ayudar; nos defendemos cuando nos atacan y nos protegemos los unos a los otros. Los vagabundos vivimos en comunidades, como vosotros, pero de forma diferente y eso parece que os molesta; os molesta que estemos en vuestras calles, bajo vuestros apestosos coches. He visto morir a más de un camarada y a mi propia mamá, la que me enseñó a sobrevivir en el poco tiempo que la pude conocer. A veces, cuando nos ocurre algo malo, llaman a la policía, pero cuando ellos llegan nosotros ya no estamos; los vemos a distancia. Porque los vagabundos somos desconfiados, no nos fiamos de nadie. Esto es ley en la calle.  Solo confiamos en los nuestros. Los que son vagabundos a la fuerza, porque han tenido la mala suerte de nacer en hogares infelices, fracasados o arruinados, no son verdaderos vagabundos. La calle es implacable con quienes no entienden sus normas. Pero este no es mi caso, ¿os enteráis? ¡Dejadme salir de esta pocilga que llamáis hogar! No me vais a convencer ni con vuestras comidas, ni con la cama que me habéis preparado en esta inmunda habitación. Afuera están mis colegas, en la calle, esperándome, ¡dejadme salir! ¡Soy libre, libre, ¿os enteráis?, libreeee!”

-Vaya hermanito, ¿todo esto dice “Naranjito”? pues..

-¿”Naranjito”?

-Sí, así lo llamamos, se lo puso tu cuñada… bueno, a ver, ¿es segura esta máquina que pediste por Internet?

– Al cien por cien, su IA está testada con garantía por los principales centros tecnológicos: Shangai, Shenzen o Hangzhou. La fiabilidad de la transcripción de las palabras del gato está asegurada. ¿Qué vas a hacer?

– Ya me dirás, llevo ya tres noches sin dormir por los maullidos de este Ché Guevara felino, por eso te llamé, porque había leído algo sobre esta máquina y se lo que te gustan estos cacharros. Así que… ábrele la puerta… y a ver qué dice…

– Gracias, por fin entráis en razón… adiós… ah una cosa, no olvidéis seguir dejándome la comida en el sitio de siempre, y recordad: la marca de la lata roja no me la pongáis más, por favor, no es tan buena como la que deja tu mujer. Adiós.

Coda:

“No me gusta que el amor sea una orden, una búsqueda.

Tiene que venir a tu encuentro como un gato hambriento a la puerta de tu casa”

Charles Bukowski.

Pablo Romero Gabella

Profesor de Geografía e Historia

IES Cristóbal de Monroy